viernes, 14 de octubre de 2011

Kino y la luna (1ra parte)

Tras veinte años de ser el próximo heredero al trono y la traición de 
su hermano, Kino se encontraba harto de la presión y la vida 
política y decidió renunciar a su puesto yéndose a la selva, 
alejándose de una vida falsa, presuntuosa y vacía. Acto que representaba 
una de las más altas traiciones al pueblo por la realeza, 
con muerte como único castigo.

La oscuridad de la noche había provocado que Kino, después de internarse en la selva, se sumergiera en la culpa. Su cara se encontraba mojada de lágrimas que le habían escurrido durante un largo tiempo.
Se encontraba recostado boca abajo recargando la cabeza sobre sus brazos, su largo cabello estaba enmarañado, el lodo recubría su cuerpo y la lluvia creaba una atmósfera trágica que aderezaba aquella escena.
Kino se encontraba cansado, había corrido durante medio día y apenas hacía unas cuantas horas que había dejado de escuchar las voces furiosas a lo lejos, fue entonces cuando decidió detenerse.
-¡¿Por qué lo hice?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! – Se repetía a sí mismo de forma incesante.–
Sus lamentaciones le hicieron perder la noción del tiempo. Pronto quedó dormido y  no despertó hasta el atardecer del día siguiente.

***
-Señor, Kino ha logrado su huida y la dificultad del clima nos hizo retirarnos durante la búsqueda.-
El señor imperial hizo un gesto serio y pasó un largo tiempo de silencio –No importa ya, el exilio y la soledad serán castigo suficiente el resto de su vida.-
-Señor, el pueblo aclama por justicia y no se calmarán hasta que tengan lo que quieren. La traición, no solo al pueblo sino también a los dioses es el pecado mayor, y más tratándose de su propio hijo.
-Si lo quieren, que lo busquen ellos. Yo no puedo ser padre, juez y verdugo al mismo tiempo.
***