La luna ya no
aparecía mas por las noches. Todos se preguntaban qué le había pasado. La vida de la tierra comenzó a verse afectada.
La tortuga ya no tenía la marea apropiada para desovar, la palomillas ya no
tenían luz con qué orientarse y los murciélagos que se alimentaban de ellas ya
no las encuentran tampoco, los lobos ya no podían aullarle, el sapo no podía
encontrar su pareja sin la ayuda de la luna, el tapir ya no podía alimentarse
de las setas que crecían con la luz de la luna y los hombres ya no sabían
cuándo debían cosechar y cuándo no. Incluso los animales nocturnos se
encontraban ya temerosos de aquella incierta oscuridad. Solo el jaguar, animal
valeroso se atrevió a hacer algo al respecto ante la desesperada situación.
Hizo pronto que todos se reunieran, animales y hombres con el único fin de
resolver el problema que tanto aquejaba a todos.
Kino se había
propuesto averiguar de dónde provenían todas esas flores. Una noche decidió
fingir que dormía. No pasaron ni un par
de horas cuando escucho cómo salpicaba el agua de una forma anormal. No se
movió, sin embargo entre abrió los ojos para ver qué era lo que ocurría. No
estaba preparado para ver aquello.
Comenzó a ver salir
una figura blanca del agua. Conforme se acercaba sus ojos se acostumbraron al
resplandor y pudo diferenciar aquello. Era una mujer que aunque poseía una
blanca y larga cabellera hasta las rodillas, tenía una cara joven de finas y
agraciadas facciones. Fue acercándose poco a poco hasta que estuvo a su lado.
Pero la sorpresa inevitablemente lo obligó a levantarse de golpe muy asustado
cuando ella estiraba su mano hacia su cuerpo.
-¡¿Quién o qué eres
tú y qué quieres?! ¡¿Eres la llorona?! ¡¿Acaso traes la muerte contigo?!
La luna no sabía qué
hacer, nunca un ser humano la vio bajo aquella forma y no pudo evitar hacer
otra cosa que salir corriendo y ocultarse sumergiéndose en el agua.
Kino se quedó
perplejo y no pudo dormir el resto de aquella noche.