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lunes, 6 de abril de 2015

Kino y la Luna (4ta parte)

-¡Yo sé qué le pasó a la luna! – Gritó la serpiente entre la multitud.
Todos voltearon a ver a la serpiente.
-Había un hombre de larga cabellera tirado junto a la laguna y yo solo me acerqué para asegurarme de que se encontrara bien, pero entonces la luna bajó en forma de mujer y me amenazó de que yo me convertiría en un sacrificio más al igual que muchos otros animales que aquel hombre atrapaba cuando se acercaban ahí para ofrecérselos. De pronto el hombre se levantó y la atrapó entre sus brazos. Yo huí porque no había nada que yo pudiera hacer en ese momento.
-¡Debió ser el hijo del rey, desde que huyó la luna ha desaparecido! ¡Él debe ser el culpable, no hay nadie más! –Gritaban algunos de los hombres
La muchedumbre después de escuchar semejante relato enfureció y pronto se organizaron hordas que harían excursiones en búsqueda del culpable, y Kino era el único sospechoso


***
Habían pasado varias noches que Kino no había dormido, esperando encontrar nuevamente a aquella mujer, pero desde que la sorprendió, ella no había vuelto. Decidió intentar por última vez tener un encuentro, el cual no tuvo mucho éxito. La noche transcurrió sin suerte hasta que quedó dormido lentamente.


De pronto, entre sueños escuchó un ruido. Kino se levantó rápidamente. A lo lejos veía muchas figuras oscuras moviéndose entre los árboles. No podía distinguir qué era y se movían rápidamente. Sin tiempo de escapar, la horda lo había atrapado. Sin poder responder a las peticiones de sus raptores, fue llevado a la orilla del lago y ahí mismo fue ejecutado y lanzado al agua como sacrificio. Frente a los ojos de la luna, quien había permanecido escondida bajo el agua, observándolo esperando el momento de salir.

Pasó el tiempo y la luna no salía. Las criaturas de la tierra creían que sería el fin. Pero una noche el jaguar, en medio del caos, la encontró llorando desconsolada a la orilla de la laguna. Tras saber lo sucedido fue a pedir ayuda a los humanos.





La noche siguiente llegó el jaguar junto con el brujo del pueblo. El brujo dijo que le traería a su amado de nuevo, pero que estaría atrapado en el agua para siempre, solo podría salir de ella una vez cada cierto tiempo. A cambió ella tendría que ascender al cielo nuevamente a regir el orden nocturno. Sin otra opción la luna aceptó radiante de felicidad.



Desde entonces Kino se encuentra atrapado en el agua, siendo solo el reflejo de la luna y sin poder hacer nada mas que contemplarse  el uno al otro. Y en cada novilunio la luna deja el cielo para bajar a la tierra y encontrarse con Kino, quien sale del agua para convertirse en humano.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Kino y la Luna (3ra parte)


La luna ya no aparecía mas por las noches. Todos se preguntaban qué le había pasado.  La vida de la tierra comenzó a verse afectada. La tortuga ya no tenía la marea apropiada para desovar, la palomillas ya no tenían luz con qué orientarse y los murciélagos que se alimentaban de ellas ya no las encuentran tampoco, los lobos ya no podían aullarle, el sapo no podía encontrar su pareja sin la ayuda de la luna, el tapir ya no podía alimentarse de las setas que crecían con la luz de la luna y los hombres ya no sabían cuándo debían cosechar y cuándo no. Incluso los animales nocturnos se encontraban ya temerosos de aquella incierta oscuridad. Solo el jaguar, animal valeroso se atrevió a hacer algo al respecto ante la desesperada situación. Hizo pronto que todos se reunieran, animales y hombres con el único fin de resolver el problema que tanto aquejaba a todos.


Kino se había propuesto averiguar de dónde provenían todas esas flores. Una noche decidió fingir que dormía.  No pasaron ni un par de horas cuando escucho cómo salpicaba el agua de una forma anormal. No se movió, sin embargo entre abrió los ojos para ver qué era lo que ocurría. No estaba preparado para ver aquello.
Comenzó a ver salir una figura blanca del agua. Conforme se acercaba sus ojos se acostumbraron al resplandor y pudo diferenciar aquello. Era una mujer que aunque poseía una blanca y larga cabellera hasta las rodillas, tenía una cara joven de finas y agraciadas facciones. Fue acercándose poco a poco hasta que estuvo a su lado. Pero la sorpresa inevitablemente lo obligó a levantarse de golpe muy asustado cuando ella estiraba su mano hacia su cuerpo.
-¡¿Quién o qué eres tú y qué quieres?! ¡¿Eres la llorona?! ¡¿Acaso traes la muerte contigo?!
La luna no sabía qué hacer, nunca un ser humano la vio bajo aquella forma y no pudo evitar hacer otra cosa que salir corriendo y ocultarse sumergiéndose en el agua.
Kino se quedó perplejo y no pudo dormir el resto de aquella noche.

domingo, 29 de enero de 2012

Kino y la Luna (2da parte)

Kino se levantó y emprendió camino nuevamente hasta que fue noche de nuevo. Llegó a la orilla de una laguna y ahí prendió una fogata. El agotamiento apenas lo dejaba mantenerse de pie. No había comido. Solo bebió un poco de agua y al poco tiempo sufrió un profundo desmayo.
No pasó mucho tiempo y una serpiente grande y verde se acercó sigilosamente hacia donde Kino se encontraba. Poco a poco se enroscó en su cuerpo.
La luna, quien contemplaba desde el cielo, se sintió atraída por aquella situación. Y antes de que la serpiente pudiese concluir con su cometido. La luna bajó a intervenir.
-¿Crees que es justo ni siquiera darle la oportunidad de defenderse o huir? ¡Serpiente, te creía tan poderosa,  y ahora solo te has rebajado al aprovecharte de ésta criatura!
Entonces la serpiente avergonzada huyó entre los matorrales.
-¡Y no te molestes en volver! ¡Estaré vigilando que no vuelvas!- Le gritó la luna por última vez a la serpiente.
La Luna observó con detención al joven. Estaba cubierto de barro y en muy mal estado, a pesar de esto, su belleza no había sido opacada, y conmovida se quedó el resto de la noche contemplándolo.
Al día siguiente Kino despertó, el barro que cubría su cuerpo había desaparecido y se encontraba sobre una cama de hojas de plátano con una flor blanca de agradable aroma junto a él. Kino no recordaba como ocurrió eso, sin embargo su amnesia se la atribuía al terrible cansancio y somnolencia que había padecido el día anterior.
Pero ésta era la menor de sus preocupaciones, ya que ahora se encontraba alejado de por vida de sus seres queridos. Ahora se encontraba solo. Comenzaba a darse cuenta que no tenía otra opción que vivir en el exilio. Se resignó a vivir en los alrededores de aquella laguna y vivir de lo que la naturaleza podía ofrecerle.
Kino pasaba sus días a la intemperie cazando y tratando de sobrevivir. Y la luna pasaba las noches bajando a contemplarlo mientras éste dormía, dejándole siempre una flor distinta cada noche, cada una con un aroma exquisito. No pasó mucho tiempo para que Kino comenzara a preguntarse de dónde provenían estas flores. 


viernes, 14 de octubre de 2011

Kino y la luna (1ra parte)

Tras veinte años de ser el próximo heredero al trono y la traición de 
su hermano, Kino se encontraba harto de la presión y la vida 
política y decidió renunciar a su puesto yéndose a la selva, 
alejándose de una vida falsa, presuntuosa y vacía. Acto que representaba 
una de las más altas traiciones al pueblo por la realeza, 
con muerte como único castigo.

La oscuridad de la noche había provocado que Kino, después de internarse en la selva, se sumergiera en la culpa. Su cara se encontraba mojada de lágrimas que le habían escurrido durante un largo tiempo.
Se encontraba recostado boca abajo recargando la cabeza sobre sus brazos, su largo cabello estaba enmarañado, el lodo recubría su cuerpo y la lluvia creaba una atmósfera trágica que aderezaba aquella escena.
Kino se encontraba cansado, había corrido durante medio día y apenas hacía unas cuantas horas que había dejado de escuchar las voces furiosas a lo lejos, fue entonces cuando decidió detenerse.
-¡¿Por qué lo hice?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! – Se repetía a sí mismo de forma incesante.–
Sus lamentaciones le hicieron perder la noción del tiempo. Pronto quedó dormido y  no despertó hasta el atardecer del día siguiente.

***
-Señor, Kino ha logrado su huida y la dificultad del clima nos hizo retirarnos durante la búsqueda.-
El señor imperial hizo un gesto serio y pasó un largo tiempo de silencio –No importa ya, el exilio y la soledad serán castigo suficiente el resto de su vida.-
-Señor, el pueblo aclama por justicia y no se calmarán hasta que tengan lo que quieren. La traición, no solo al pueblo sino también a los dioses es el pecado mayor, y más tratándose de su propio hijo.
-Si lo quieren, que lo busquen ellos. Yo no puedo ser padre, juez y verdugo al mismo tiempo.
***