Hermoso esto, hermoso aquello, la hermosura no sirve para un carajo, la hermosura se marchita, la hermosura muere y solo quedan cenizas obsoletas. Si mis ojos son como lagunas, si mi cabello es como seda, si mi piel es como un pétalo….. ¡Soy un ser humano, maldita sea! No un producto que se pueda comprar con halagos.
Ser parte de un estándar de idealización de la hermosura apoyado por la mercadotecnia y sustentado por instintos primitivos básicos naturales de selección de una pareja para la perpetuación de la especie es.. una bendición o una condena.
Solamente me bastaba una excavación, una excavación en ese órgano que tan afanosamente insisten los poetas que es el contenedor de todo acto divino en el ser humano, ese órgano que da inercia involuntaria a la vida. Una búsqueda, y más que una búsqueda, el surgir de un río sanguinario que alimente el cuerpo, que erosione la dureza y cuya desembocadura hablara para decir dos palabras: Te amo.
Sin esas esenciales palabras concebidas y expresadas desde lo mas profundo, nada existe y todo se vuelve una blasfemia para el espíritu, lo contamina y lo profana. Sin esa elemental expresión, algo tan sublime como el alma irremediablemente se rebaja a revolcarse en el sucio lodo de lo material, cuando debiera ser todo lo contrario, la materia se evapora y asciende, se vuelve casi tan efímera y ligera como el alma. El cuerpo al servicio del alma, no al revés. Qué decepción me causa a veces ser un ser humano.
