Viejos recuerdos se cristalizaran nuevamente este día. Recuerdos que conforman la época probablemente mas plena del tiempo que conforma mi existencia hasta hoy, 26 de julio.
La muerte me ha asechado desde hace varios meses y aún hay asuntos pendientes. Es hora que concluya los prioritarios y finalmente pueda acudir al llamado insistente de los últimos días. El número 13 me espera, ese cristal translúcido de mis sueños que se profetizó a si mismo y apareció ante mi. Ahora sé qué es lo que debo hacer, mi intuición se ha despertado de un letargo como no ha ocurrido en mucho tiempo, consecuencia del hermetismo parcial autoinflingido ante el mundo cibernético masivo que acecha nuestra humanidad, que la arrulla con clicks y links, que hace dormir.
Las representaciones psíquicas de mi comienzan a desaparecer de la mente de otras personas, regresan a mi y siento cómo recupero mi cuerpo mental que yacía perdido en otro plano, fraccionado en el espacio en quien sabe cuántos pedazos, se concentra en una especie de implosión.
Las representaciones psíquicas de mi comienzan a desaparecer de la mente de otras personas, regresan a mi y siento cómo recupero mi cuerpo mental que yacía perdido en otro plano, fraccionado en el espacio en quien sabe cuántos pedazos, se concentra en una especie de implosión.
Entre vigilias identifico las señales del destino. Me he distinguido a mi misma en una luz no muy distante. Lo irreal se desvanece como humo, solo queda a mi alcance lo que me es necesario en el momento necesario. Los componentes de la realidad se autoensamblan con cada pensamiento, cada vacilación de una de mis manos, cada exhalación, y ello es reciproco.
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