lunes, 29 de junio de 2015

Esh

      Era domingo y el acuerdo era vernos a las 10 de la mañana para hacer un paseo campestre. Me vendría bien tras varias semanas de desmañanadas inhumanas con motivo de quehaceres artísticos. Una escapada con aire fresco sería un deleite. Iría a pie hasta el lugar de encuentro, así que media hora de anticipación era lo justo para evitar desperfectos.

      Llegué. El ecoloco Don Migue se encontraba ahí como siempre. Me saludó y me puso al tanto de la situación legal del area natural protegida. Era definitivo: los magnates de la ciudad no se detendrían hasta conseguir lo que querían, cosa que implicaba la destrucción de aquel bello lugar. No tuve otra conclusión que aquella proclamada por el famoso McDinero: "El mundo se consume en dinero" por supuesto con un ritmo de rap pegajoso que retumbaba en mi cabeza. Don Migue recalcó el tiempo que no me veía. Luego no propicié la plática, después de todo podría atacarme con su machete si él encontraba aires consumistas en mi ser. Se pasó de largo con el siguiente transeúnte mientras me quedé pasivamente sentada esperando.

      Eran las 10:10. Hice una llamada para corroborar si mi espera era efectiva o en vano. Y efectivamente había sido en vano. Emprendí la caminata en solitario pensando en que la razón de ser plantada tuviese algún motivo. Fue lo mas probable: era tiempo de visitar a un amigo. Después de todo hacía algún tiempo que oía su llamado, al cual no acudí hasta ese día.

     El camino principal estaba infestado por corredores, paseadores de perros y ciclistas como era de costumbre. Ese camino no lleva mas que actividades cotidianas, escenas mundanas. Siento aversión por las rutinas y sabía qué debía tomar otra vereda: después de la curva del acueducto de piedra a lo alto, antes de los dos postes de luz, cruzar el río y desaparecer al otro lado.Era una vereda que conocía perfectamente algún tiempo atrás, pero no esta vez. La memoria brillaba por su ausencia y el paisaje cambiante me hacía jugarretas.

    Terminé enredada entre matorrales, atrapada en veredas sin salida y mordeduras de serpiente potenciales a lo largo de media hora. Descubrí un riachuelo que no sabía que existía y bien pude haberme hecho un tratamiento cutáneo de barro en varios traspiés, pero me parece que mi sentido de conservación era mayor que una torpeza disfrazada por la vanidad.
Luego de deambular entre ramas y altos pastos, reconocí la vereda y emprendí el camino. Debía de tardar no mas de 40 minutos a buen paso.

     Ilusa de mi. Ante la falta de condición y las grandes pendientes, no era para menos de una hora, tomando en cuenta que me perdí una segunda vez poco antes de llegar. Finalmente lo logré. Y en medio de aquel gran prado, él me esperaba, inerte como siempre. Como se esperaría de cualquier otro árbol. De ramas majestuosas que edifican una sombrilla colosal para cobijar a cualquier inadvertido del clima. Dando el aspecto de haber vivenciado increíbles historias en ese espacio congelado y ser contadas a cualquiera dispuesto a escucharlas: una cápsula del tiempo.


-Antes que nada, te pido una disculpa por haber tardado tanto en venir a verte de nuevo. Me parece que ya fueron varios meses desde la última vez. Ahora ni siquiera recordé el camino, pero heme aqui. Probablemente jamás sabré si tu voz es en verdad una consecuencia de mi locura: una proyección de lo que quisiera escuchar. Pero en todo caso, he acudido a tu llamado.

- Finalmente llegaste. Eso que llamas locura, es de las mas bellas entre los hombres. Porque es la que me ha permitido estar cerca de ti de nuevo. Ya nadie escucha, o mas bien, no saben que pueden hacerlo.

- Creo que nuestra última experiencia en verdad me ha hecho dudar que no exista una conciencia dentro de esa dura corteza tuya. Ningún ser puede estar tanto tiempo ahí hueco de alma, solamente creciendo y haciendo fotosíntesis. ¿Cuántos años tienes? Probablemente entre 100 y 200 años.

-No sé contar. Pero ciertamente he visto crecer el resto del paisaje que ves a tu alrededor, nunca se queda igual. Antes habían mas árboles igual o mas viejos que yo, pero ya han desaparecido hace mucho. Probablemente ni existías.

-¿Qué les sucedió?

-El hombre tiene necesidades y toma aquello a su alcance para cubrirlas.

-O destruir lo que sea que impida obtenerlas. Por eso me llamaste.

-Así es. Ya casi llega mi tiempo.

Suspiré profundamente, la tristeza me llenaba.

-No sé qué hacer. He intentado participar de la lucha de ciertos grupos de personas para cuidar este lugar, pero la humanidad tiene otros móviles que jamás entenderé. ¿Por qué somos así? ¿Por qué la humanidad insiste en su decadencia de amor? No quiero que te pase nada. Con esos edificios, esa maldita selva de concreto, que aunque carente de vida, crece cual hierba invasora.

      Me encontraba con los brazos rodeando el tronco con el vientre y rostro recargados sobre la corteza. En algún otro momento y ante los ojos de extraños, la escena podría resultar completamente sosa, pero nada de eso importó. Nada podía retener mi impotencia y tristeza, salvo ese abrazo que comenzaba a inundar mi cuerpo de paz: el consuelo que necesitaba.

-No puedo hacer nada y tu tampoco. No debes temer, todo es como debe ser. En este momento tus emociones de humana te nublan,  no ves que eres solo parte de un ciclo. Ya sea de entendimiento y amor, o dominación y destrucción, todo es parte de este mismo flujo que es la existencia. A diferencia de los humanos, cuyas vidas son fugaces e intensas, la naturaleza de mi ser me limita a la contemplación y a recibir con regocijo mi destino. Ha sido una fortuna para mi la curiosidad que cargas, pues te ha guiado hasta aquí, saber que hay alguien afuera que aún es capaz de escucharnos. Aquí no vienen sino campistas a ensuciar y a jóvenes a hacer rituales que han alterado la paz. No temas por mi ni por este lugar. Te pido no llores ni odies. Sigue tu caminando haciendo lo que te haga feliz y que siempre recuerda mis palabras.

-Aún hay algo. En todo este tiempo no he sabido tu nombre. No puedo irme llamándote solamente "Árbol".

-Dame el nombre que tu quieras.

Después de unos momentos, una monosílabo llego a mi mente.

-Esh.

-Entonces mi nombre será Esh.

     Pasaron los minutos y un universo de imágenes y sensaciones me inundaron, fue un intercambio de vivencias. Una clásica plática de café, pero sin palabras, ni café. Finalmente me despedí.
     Mientras me alejaba noté unas estructuras de metal no muy lejos de Esh, estaban trazando la carretera muy cerca de ahí. No sé cuantas visitas mas me queden antes que todo desaparezca.
















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